Embajadora de México en la UTEM: Desafíos para la Educación Superior en América Latina y El Caribe

Por su importancia, reproducimos una síntesis de los contenidos principales de la conferencia “Los desafíos de la educación superior en América Latina”, impartida por la Embajadora de México en Chile, Alicia Bárcena Ibarra, realizada en el Salón de Honor de la Casa Central de la UTEM con motivo de la inauguración del Año Académico. La ceremonia fue presidida por la Rectora de la Casa de Estudios, Marisol Durán Santis, y contó además con la presencia del Subsecretario de Educación Superior, Víctor Orellana.

Es para mí un honor participar en esta Ceremonia de Inauguración del Año Académico de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM). Aprovecho esta oportunidad para desearle a la querida Rectora y a todos los docentes y alumnos un exitoso y fructífero año de estudios y aprendizaje compartido.

Con gusto acepté esta invitación para abordar “Los retos de la educación superior en América Latina”, a la luz del fuerte impacto de la pandemia en el ámbito educativo que se suman a la crisis previa de acceso inclusivo y calidad educativa.

Aun cuando es difícil generalizar los desafíos para toda la región por su enorme diversidad cultural, política, económica y social me referiré a algunos de los retos compartidos en América Latina sin incluir al Caribe de habla inglesa que presenta condiciones muy distintas.

El primer reto se refiere al acceso.

En muchos países estamos ante las primeras generaciones que acceden a la educación superior. Por ello, en la última década ha aumentado la demanda de acceso. Representa un signo positivo del valor social depositado en las Instituciones de Educación Superior (IES).

Sin embargo, el ingreso a las Instituciones de Educación Superior sigue siendo muy desigual y las tendencias evidencian un aumento de las brechas educativas en la región. Los datos indican que son los países con ingresos medios y altos quienes más aumentaron sus tasas de participación, mientras que los países de ingresos bajos presentaron una disminución considerable. Lo mismo ocurre a nivel nacional.

Los problemas estructurales de acceso a la educación superior están vinculados a la pobreza, particularmente en las comunidades rurales, los pueblos indígenas y poblaciones afrodescendientes.

Para ilustrar este tema quisiera citar los más recientes datos proporcionados por la CEPAL en el Panorama Social de 2022 que indican que la pobreza se proyecta en un 32,1% de la población (201 millones de personas) y la pobreza extrema en 13,1 por ciento (82 millones de personas), cifras por encima de los niveles previos a la pandemia.

La pandemia tuvo un impacto silencioso en la educación debido a la interrupción de las clases presenciales que ha profundizado las desigualdades previas en acceso y calidad con aumento en el abandono escolar y las brechas de aprendizaje con un efecto denominado “cicatriz” que afectará las trayectorias educativas con efectos aún no suficientemente evaluados.

Algunos datos indican por ejemplo que entre 2019 y 2020, el porcentaje de jóvenes de 18 a 24 años que no estudia ni trabaja remuneradamente aumentó de 22,3% a 28,7%, afectando más a las mujeres jóvenes por la necesidad de cuidados durante la pandemia.

Uno de los problemas de acceso se relación con el costo de la educación para los hogares.

De ahí que el Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe de la UNESCO (IESALC) señala que el modelo hegemónico globalizado ha instaurado un pensamiento de la educación como un bien mercantil y no como un bien social público, encareciendo y reduciendo cada vez más los presupuestos enfocados a los subsidios de las universidades públicas.

Adicionalmente, en algunos países la educación superior pública no necesariamente implica la gratuidad cobrando tasas o aranceles muy altos, implicando una barrera importante para el acceso equitativo de la población estudiantil.

Esto significa que la admisión por capacidad o por mérito obvia que los determinantes de los niveles de acceso y éxito en la educación superior se configuran incluso antes de llegar a ella. Prueba de ello es la heterogénea calidad de los sistemas de educación primaria y secundaria donde la posibilidad de ingreso a las IES es siete veces mayor para jóvenes de ingresos familiares altos, aunque en algunos países centroamericanos llega a ser hasta catorce veces mayor.

Ello sumado a grandes brechas de calidad de la educación. OCDE reportó que en 2019 cerca del 50% de los estudiantes de 15 años de 10 países de la región no alcanzó los niveles básicos de la competencia lectora.

Como consecuencia de lo anterior, vemos que las desigualdades educativas se expresan cuando el alumnado del primer año universitario presenta serias dificultades prácticas y de comprensión que repercuten en el desarrollo académico y el futuro profesional de los estudiantes. El abandono de la educación superior suele presentarse en aquellos alumnos cuya educación básica y media no les entregó las herramientas básicas de comprensión. Y por la falta de acompañamiento y/o entrega de las herramientas necesarias (cognitivas y económicas) que incentiven su permanencia en las IES.

Adicionalmente, la pandemia dejó en evidencia la brecha digital en toda la región, empezando por el acceso al internet rápido y confiable y culminando con la disponibilidad de dispositivos adecuados que permitan continuar de manera más o menos satisfactoria la educación a distancia.

En 2019, el 33% de niñas, niños, adolescentes y jóvenes (entre 5 y 20 años) de estos 10 países vivía en hogares sin acceso a Internet.

El acceso además es muy desigual entre los países de la región y por nivel socioeconómico: en promedio, el 53% de personas de 5 a 20 años del primer quintil de menores ingresos tenía acceso a Internet en el hogar, comparado con el 93% de los del quintil 5 de más altos ingresos.

El medio de acción y participación es digital y no hay vuelta atrás: ¿cómo hacemos para que nadie quede fuera?

La revolución 4.0 y los cambios en el mundo laboral exigen una reflexión más profunda por parte de las universidades. Ante las nuevas tecnologías se requiere una nueva visión de las habilidades y consolidar capacidades de lectura, escritura y matemáticas, superar a mayor velocidad las brechas estructurales.

Más allá de los retos de acceso a la Educación Superior es necesario analizar las condiciones que enfrentan los egresados universitarios en el mercado laboral. Y en este contexto destaca la estrecha relación entre la educación, el empleo y los ingresos. Y cómo el tránsito entre ambos marca las opciones de la juventud a lo largo de todo el ciclo de vida y sus posibilidades de emancipación y autonomía.

INGRESOS Y EDUCACION

Aquellos que lograron completar los estudios terciarios ganan dos veces más que los que concluyeron estudios primarios y aquellos que completaron estudios de educación superior ganan 5 veces más que quienes completaron estudios primarios.

Después de la pandemia siete de cada 10 empleos creados han sido en el sector informal y además las brechas salariales dependen en gran medida de los niveles educativos.

Esto tiene relación con la falta de conexión entre la universidad, la industria, los sectores productivos y el sector privado.

En muchos de nuestros países, adolecemos de recursos para la innovación, la ciencia y la tecnología. En Europa, por ejemplo, el sector privado contribuye a la investigación en asociaciones estratégicas con universidades. En nuestros países el sector privado muchas veces elige importar tecnología antes que promover la investigación y el desarrollo.

Por último y no menos importante, quiero referirme a las brechas de género. Si bien se ha producido un aumento considerable de la matrícula femenina en la educación superior con un mayor ritmo de crecimiento que la matrícula masculina, el reconocimiento de esta aparente ventaja femenina no se refleja en su inserción en el mercado laboral.

Además, existen amplias desigualdades en la matriculación dentro de las áreas de la ciencia, tecnología, ingeniería y matemática (STEM), lo cual deja fuera a muchas mujeres de las áreas profesionales de mayor competitividad e ingreso en la era moderna, las cuales en los años venideros se prevé cobren aun mayor relevancia con el desarrollo de la inteligencia artificial y otras innovaciones científico–tecnológicas.

Dicha brecha también afecta los nichos de áreas asistenciales, siendo Enfermería, Trabajo Social y Kinesiología los cuales tienen mayor percepción de ser de carácter femenino. Al mismo tiempo, los que tienen mayor afinidad simbólica con el cuidado y la curación, como la medicina, son altamente masculinizados. Por el contrario, las áreas de Educación, Salud, Artes, Humanidades y Ciencias Sociales suelen observarse con una sobrerrepresentación de las mujeres. Esta brecha es el resultado de la influencia de las barreras culturales, la reproducción de los roles de género y la discriminación hacia la mujer.

Debido a que el mercado laboral funciona bajo los mismos estereotipos de género y la lógica mercantil, los trabajos con habilidades sociales consideradas femeninas como las labores de cuidado, Pedagogía, Ciencias Sociales, Artes y Humanidades en general, reflejan un menor salario y estatus que las profesiones históricamente elegidas por varones y consideradas socialmente como “superiores” (Ingeniería, Derecho, Medicina, etc.). Además, persisten los obstáculos como la brecha salarial, el techo de cristal y el impuesto rosa, afectando el desarrollo económico de las mujeres y sus familias.

La elevada proporción de mujeres en las IES no se traduce necesariamente en una mayor presencia de mujeres en las plantas docentes dentro de las universidades –especialmente de tiempo completo– ni en la participación o autoría de investigaciones. Sólo el 30% de los investigadores en las IES son mujeres.

Esta misma tendencia se puede ver con la menor representación de las mujeres en altos cargos directivos de las IES. En 2020 sólo el 18% de las universidades públicas de América Latina y El Caribe tenían rectoras, siendo la UTEM una notable excepción al contar con el liderazgo de la Rectora Marisol Durán Santis, quien tan amablemente me extendió una invitación para acompañarlos esta mañana.

Ante este sombrío panorama, ¿qué podemos hacer?

1.         Analizar las instituciones que producen y transfieren el conocimiento; el gobierno, que actúa o debe actuar como facilitador, y el sistema de producción, en el cual ocurre la innovación. 

2.         La educación superior es la inversión más importante que puede hacer un país en su futuro. Inversión pública y privada y abrir caminos para la educación superior gratuita y de calidad. Inversión que reduzca la exclusión educativa: zonas rurales, estudiantes en situación de pobreza, minorías étnicas, poblaciones indígenas y afrodescendientes. Esto implica incrementar el involucramiento del sector privado en los objetivos de educación, en la investigación y en la ciencia y la tecnología más allá del mercantilismo. Y a la vez repensar las competencias que se requieren para el futuro.

3.         Requiere reconocer el compromiso internacional de los ODS de garantizar el acceso en condiciones de igualdad a la educación superior para el 2030. Esto implica avanzar en el financiamiento directo a los estudiantes y la plena implementación de la gratuidad en la educación pública.

4.         Las Instituciones Públicas deben realizar un estrecho monitoreo de la finalización de la educación secundaria y media, para identificar las desigualdades acumuladas a lo largo de la trayectoria escolar. Diseñar políticas que eviten la segregación encubierta o “inclusión excluyente” en donde, si bien crece la participación de los menores deciles, estos acaban concentrados en instituciones de menos prestigio, o siendo los estudiantes de sectores vulnerables los que predominan en las tasas de abandono. Implementar estrategias para revincular a los estudiantes que abandonaron sus estudios

5.         Promover la participación de las mujeres con políticas de cuidado para liberar el tiempo de las mujeres incentivando su activa inclusión en los espacios de las ciencias y las ingenierías.

6.         Cambiar el paradigma de la Internacionalización de las IES de la hegemonía del norte a un modelo solidario de cooperación entre instituciones del “Sur global”.

7.         Promover la presencialidad en las universidades como actores clave en el cumplimiento del acceso a derechos básicos, promoción de los derechos humanos, de la diversidad cultural, lingüística, de género, clase y etnia en América Latina.

Amigas y amigos:

Quiero concluir mi intervención con lo que ONU detectó como las preocupaciones principales de los jóvenes.

Invertir en educación superior especialmente para la juventud es indispensable para romper la reproducción intergeneracional de la desigualdad y la exclusión social. La apuesta por la igualdad es el sustrato ético por el que apostamos para nuestras sociedades futuras y también porque la inclusión social, en el tránsito entre generaciones y a lo largo del ciclo de vida, es indispensable para abatir los terribles costos que la exclusión multiplica en términos de violencia y criminalidad, fragmentación social y crisis de gobernabilidad en las sociedades nacionales de América Latina.

Les agradezco esta maravillosa oportunidad de compartir algunas reflexiones que no son para nada exhaustivas sobre las limitaciones que enfrenta la educación superior en nuestra región. Es una contribución modesta para abonar en el diseño e implementación de soluciones únicas e innovadoras que permitan avanzar en mayor inclusión en la educación superior para toda América Latina y que deje de ser un sueño y se convierta –pronto– en una realidad. Y que la educación por fin sea concebida como un bien público y que sea el pilar indispensable para la formación de una ciudadanía crítica, capaz de crear conocimiento y preservar la historia con libertad y autonomía.

La universidad representa un avance civilizatorio y de futuro construyendo esperanza y es sobre todo una búsqueda permanente, así recuerdo a un grande mexicano que amó Chile: “No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres” (Carlos Fuentes).

Muchas gracias.

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